marzo 30, 2021

¿Realidades diferentes o perspectivas distintas?

–Tita Martínez

Es curioso cómo somos conscientes de nuestro estilo de vida y de las cosas que tenemos, hasta que llega el momento en que nos enfrentamos con realidades diferentes a la nuestra, estilos de vida diferentes, personas distintas que ponen nuestra realidad en perspectiva. 

A mí me paso hace muy poco, cuando venía por la carretera camino a la ruta de Fuego, Orizaba y nos adentramos en el pueblo a pocos minutos de llegar a nuestro punto final. Fue entonces que me di cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor (veníamos unas 15 personas en en una camioneta, cada quien en su propio relajo y seguramente sin percatarse por lo que estaba pasando fuera de nuestras ventanas). 

Observé, que la mayoría de las personas que estaban en la calle eran niños o jóvenes de máximo 16 años que no se despegaban de las maquinitas de colores brillantes, que la gente caminaba sin ninguna preocupación, había mucha niebla, las calles un poco solas viviendo en realidades diferentes que la mía, incluso me nació la necesidad de tener que cambiar la música que veníamos escuchando a un género mucho más tranquilo y meditativo, porque el ambiente en el que estábamos entrando, se tornó en un entorno que para mí, era muy místico, misterioso, DIFERENTE. 

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Soy una persona que suele perderse en su pensamiento por horas, aún si estoy hablando con alguien. Fue ahí cuando empezó todo, lo que estaba pasando a mi alrededor se volvió algo muy espiritual y así se quedó mi cabeza todo el fin de semana, cuestionándose todo lo que hacía y veía, preguntándome por qué todo lo que ocurría en este lugar tan diverso al que me muevo usualmente, me dejaba boquiabierta, sorprendida, en cierto modo triste de no poderme sentir así todos los días en la ciudad. Por qué no me despierto en un lugar tan verde, con un olor a naturaleza, con gallos cantando al salir el sol.

Podría decir mil y un ejemplos de las cosas que no noto en mi día a día, como que todas las mañanas, a las 7:00 am, los pajaritos cantan en mi ventana mientras se bañan en la fuente del jardín, que mis perros ladran para que les abra la puerta y puedan salir a darme besos hasta que me salga de las cobijas, que el señor Isabel se pone en la esquina de la calle de mi trabajo a vender jugo de naranja recién exprimido todos los días desde las 9:00 am hasta que se le acaben las naranjas y regrese con su esposa a casa, que me llevo mi lunchera todos los días con comida que me dejan lista.

Creo que pocas veces he sido consciente del trabajo que viene detrás de cada fruta, verdura, del café de mis mañanas. Que las personas de las comunidades como la de San Miguel Chinela, Orizaba, son quienes nos sostienen, quienes producen nuestros alimentos diarios; todo es demasiado fácil de conseguir.

Nos olvidamos que cada día suceden cosas nuevas, cosas mágicas que preferimos no ver por estar corriendo, personas nuevas con las que cruzamos, pajaritos nuevos que llegan a nuestra ventana. Nos maravilla lo natural y las realidades diferentes que vemos por estar en zona urbana todo el tiempo, pero no necesitamos salir al bosque todos los días para contemplar la naturaleza que tenemos a nuestro alrededor, de ver como los árboles de llenan de jacarandas cada primavera o cómo el Bosque de Chapultepec es uno de los más grandes en su tipo en el hemisferio occidental. 

Platicando con una persona de esa bella comunidad, pude darme cuenta de lo que para ellos lo más normal es completamente distinto a mi realidad. Que tienen una forma única de resolver su vida; que la luz, gas o agua es un privilegio para ellos mientras que para mí es lo más normal llegar por la tarde a prender la luz porque ya oscureció, bañarme todas las mañanas con agua caliente o prender la estufa para cocinar tres veces al día. 

Ellos salen a la tienda a comprar la comida de ese día, una tienda que está a 5 minutos de su casa pero pueden tardar hasta una hora porque saludan a todas las personas con las que se cruzan para ponerse al día, mientras yo ni siquiera conozco a mis vecinos. 

Dejemos de pelear por cosas que no valen la pena y aprendamos a disfrutar lo que tenemos, para dejar de buscar fuera lo que sentimos que necesitamos pero que realmente tenemos.

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