julio 13, 2020

¿Para qué? De la intención a la acción

–Fer Philibert

Era un martes a las 5:45 p.m. y me tocaba sesión con Maite, mi psicóloga. Llevaba varios días sintiéndome muy ansiosa. Después de escucharme, me dejó de tarea meditar un minuto al día. 

Sonaba como una tarea extremadamente fácil, y estaba segura y motivada de hacerla. Yo propuse que la meditación fuera más larga y sólo dijo: «Empieza con un minuto». 

No tenía mucha experiencia meditando, lo había hecho en un par de rutas de senderismo de Introspecta y sabía cuáles eran sus beneficios. ¿Qué tan difícil podía ser meditar 1 minuto al día? Mis sesiones eran cada 15 días y sobraban los minutos entre ellas. Algo tendría que poder hacer.

Llegó el martes otra vez, y no había meditado ni un sólo minuto. Claro que lo había recordado, pero seguía inventando pretextos para no hacerlo. Me repetía que estaba muy ocupada, que tenía otras cosas más relevantes que hacer y lo acababa posponiendo. Yo sabía que si le dedicaba tiempo, me iba a sentir más tranquila, y, sin embargo, no lo hacía. ¡Tan sólo tenía que dedicarle un minuto! 

Detestaba sentirme igual, pero realmente no estaba haciendo nada para cambiarlo. Buscaba soluciones rápidas que no implicaran mucho esfuerzo. 

Creía que el sentirme ansiosa implicaba ya demasiado esfuerzo como para todavía tener que exigirme más. Mientras tanto el tiempo seguía pasando y yo aún no lograba cumplir esa tan sencilla tarea.

Si me costaba trabajo dedicarle un minuto a una actividad que sabía que me iba a ayudar a sentir mejor, ¿¡cómo no me iba a costar trabajo dedicarle más tiempo a otras actividades!?

¿Por qué nos sentimos muy motivados para hacer algo, y después lo dejamos para otro momento (que la mayoría de veces no llega)?

Las personas aprendemos con base en un sistema de recompensas. Cuando una acción recibe una recompensa positiva, es muy probable que la repitamos. 

En cambio, cuando el refuerzo es negativo, intentaremos evitarla. Ante este sentimiento buscamos gratificaciones instantáneas, que no impliquen demasiado esfuerzo. 

Lo interesante aquí es que la mayoría de las cosas que producen satisfacción instantánea, se van igualmente rápido, generando una nueva necesidad de gratificación. Entonces, cuando ésta ya no es suficiente buscamos recompensas más grandes. 

Muchas veces buscamos recompensas positivas para desaparecer algo que nos incomoda. Lo importante es poner atención en qué es lo que nos está incomodando y buscar acciones que realmente nos hagan sentir mejor, aunque impliquen un grado de esfuerzo mucho más grande y que su resultado no sea inmediato. 

Cuando pensamos en adquirir un hábito saludable, pensamos en llegar al resultado final, y olvidamos que, para poder llegar ahí, hay mucho que hacer en medio, implicando tiempo, esfuerzo y dedicación.

Nos incomoda sentir que no somos capaces de hacer o cumplir lo que decimos. Entonces ponemos pretextos, “No tengo tiempo suficiente”, “El ejercicio no es para mi”, o simplemente no lo intentamos. 

De la intención a la acción. ¿Por qué posponemos nuestras actividades y qué podemos hacer para cambiarlo?

¿Qué podemos hacer para cambiarlo?

Primero que nada hay que preguntarnos: ¿para qué? Esto ayuda a mantener la motivación y dar un sentido profundo a la intención.

Un ejemplo muy sencillo: hacer ejercicio. Si nada mas tenemos un «¿por qué?», puede no tener el peso suficiente para lograrlo. Podría ser que quisieras hacerlo porque quieres ser más delgado y esto se queda en un plano superficial. Cuando buscamos un «¿para qué?», la razón es mucho más profunda. ¿Para qué quiero ser más delgado? Tal vez para sentirme más seguro y, ¿para qué quiero sentirme más seguro? Para poder disfrutar más. Cuando tenemos un propósito más trascendente la motivación es duradera.

También hay que tomar en cuenta que no podemos hacer o cambiar todo a la vez. Es importante tener prioridades, cuando hacemos muchas cosas a la vez que nos impliquen esfuerzo, lo más probable es que no logremos todo. 

Hay que priorizar qué es lo primero que queremos lograr y después de convertirlo en un hábito, poco a poco ir incorporando más cosas y después hacer un plan. Un plan con acciones concretas para llevarlo a cabo: fechas, tiempo, frecuencia. 

Con esto que escribo te invito a que busques un para qué en tus acciones. Haz esta pregunta una y otra vez hasta que llegues a una razón que realmente te convenza y te haga sentido. Escribe tu plan. Piensa en qué es lo más importante para ti en este momento. Ponte metas realistas y reconoce cuando las cumplas, ya que esto es otra forma de mantenerte motivado. 

Sé paciente contigo mismo. Date momentos de descanso y de no acción. No busques hacer todo de un día para otro. Y, sobre todo, empieza con algo sencillo, pero empieza.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete

Boletín Introspecta