Toda mi vida había estado segura de qué tipo de persona quería ser, qué tipo de trabajo quería tener y cómo quería que me percibieran los demás. Todo enfocado al: ¿qué se espera de mí?
Pero cuando empecé a hacer actividades en la naturaleza, cosa que no hacía nada seguido, volteé hacia adentro y me di cuenta de que constantemente me definía a mí misma a través de las demás personas.
Nada de lo que estaba siendo o haciendo era porque en realidad lo quisiera yo, si no porque era lo que se esperaba de mí, lo que me “tocaba”. Pocas veces me daba el tiempo de reflexionar cómo me sentía, siempre tenía algo que hacer o algún lugar a dónde ir y es muy fácil distraerse de uno mismo cuando la mente siempre está en algo más. El salir de la ciudad y adentrarme en la naturaleza me ayudó a encontrarme a mí, a ser quien yo quería ser.
Cuando llegué a Introspecta mi salud mental colgaba de un hilo y la naturaleza fue mi medicina.
Hay una práctica japonesa llamada Shinrin Yoku o “baño de bosque” que consiste en caminar a través de un bosque absorbiéndolo con los cinco sentidos. No estaba consciente de que eso era lo que estábamos haciendo en cada caminata, cada meditación, cada dinámica y cada desconexión urbana.
Conectar con la naturaleza de una manera tan orgánica y sin esfuerzo me ayudó, y sigue ayudando, a mirar mi propia historia, pensamientos, emociones, creencias y “modelos mentales”, para después ser capaz de aceptarlos y transformarlos.
Al principio, chocaba con mis propios pensamientos y sentimientos, pero poco a poco logré sentirme cómoda en ellos. Hasta la fecha en la naturaleza es en donde me sé más auténtica, en este contenedor lleno de armonía y equilibrio en donde he aprendido que todos los procesos toman el tiempo que necesitan, sin prisas, que cada ser tiene su esencia, sus cualidades y no intenta cambiarlas, simplemente es.
A partir de esa primera experiencia en ruta surgió en mí el deseo de seguir conectando con la naturaleza, con otras personas y, más importante, conmigo misma. El reflejo de conocerme a mí a través de ella, en donde mis emociones despiertan, las conversaciones fluyen y me encuentro asombrada por tanta belleza y diversidad.
La verdad no me gusta hablar de la naturaleza como algo separado a mí, es algo que también he aprendido, yo soy parte de ella. Solo que a veces la vida cotidiana con tantos estímulos externos y distracciones, hace que me olvide. Y lo peor de todo es que hace que me olvidé de mí misma también, de darme 10 minutos para reflexionar cómo me siento, qué sensación tengo cuando el sol cubre mi cara mientras camino o qué sabores identificó en la comida que estoy comiendo. Olvidarme de cuestionar qué tipo de relaciones quiero tener y qué personas, en realidad, son importantes en mi vida.
Soy muy de la idea de que alejarse ayuda a ver mejor. En lo personal, alejarme de la ciudad, de la cotidianidad y de la rutina me ayuda a encontrar mi centro. Aunque creo que también podría encontrarlo en la ciudad, pero ¿quién no quiere conocer los hermosos paisajes de México mientras se conoce a sí mismo y a personas increíbles?
Toda mi vida había estado segura de qué tipo de persona quería ser, qué tipo de trabajo quería tener y cómo quería que me percibieran los demás. Hoy estoy segura de que lo más importante es cómo me percibo y siento yo, amando lo que soy hoy pero abierta a que mañana pueda ser completamente diferente.
Si algo de lo que dije te resonó, ya sea porque estas en la misma búsqueda que yo o porque sientes que algo así necesitas para enfocarte en quien TÚ quieres ser y no lo que se espera de ti, te invito a que te unas a alguna de nuestras rutas.