Constantemente al caminar me encuentro teniendo conversaciones acerca de la concepción de la consciencia colectiva, del rumbo de la sustentabilidad, y del impacto de los esfuerzos individuales sobre el cuidado y la vida.
Igualmente sucede que, al caminar, nace una necesidad de capturar estas conversaciones que nunca he logrado concretar. La verdad es que la caminata continúa haciendo lo suyo, y en su proceso de llevarme al presente, siempre olvido activar el botón para grabar.
Sin embargo, honrando el día de la Tierra, quise transcribir algunas reflexiones colectivas, nutridas por diferentes personas y conversaciones, que permitieran llevar ese diálogo en movimiento, a una conversación aún mayor.
Uno de los primeros puntos que salta al reflexionar acerca del tema es que nuestra visión de la consciencia está sujeta, y de cierta forma limitada, a la experiencia humana. Es decir, que la consciencia de las plantas, de los animales y de los elementos naturales, están regidas por diferentes leyes que las que rigen la experiencia humana. A pesar de ser un hecho de cierta forma ignorado, la vida en la Tierra está dotada de consciencia y es un privilegio poder convivir tan de cerca con ella para evidenciarlo.
En nuestra estrecha relación con la Tierra, y con esta percepción ampliada de consciencia, resulta difícil entender por qué hemos adoptado medidas que han vuelto nuestra vida en ella insostenible.
• Gran parte de la razón por la cual estamos en sistemas insostenibles que dañan a la Tierra es porque hemos separado el concepto de humanos y de la naturaleza. Esa desvinculación se hace evidente en expresiones como ”vamos a la naturaleza”, como si ella y nosotros estuviéramos separados. Me parece importante recordar que somos parte de la naturaleza y que nuestra supervivencia está intrínsecamente ligada a la de ella.
• Desde esta cosmovisión de consciencias separadas, es difícil asumir la interdependencia y la conexión tan profunda que existe entre nosotros y todo lo que nos rodea. Sumado a ciertas infraestructuras que, aunque han mejorado significativamente nuestra calidad de vida, han distanciado la relación entre algunos conceptos, por ejemplo, entre el agua y los ríos.
• En este sentido, es importante entender que el cuidado de la Tierra no es algo externo e independiente de nosotros. Aprender a cuidarla implica reconocer que la Tierra es parte de nosotros y nosotros somos parte de ella.
• Nuestro cuerpo físico es una extensión de la naturaleza y se rige bajo los mismos principios de la vida. Se adapta a los ambientes, coordina con sus ciclos y lucha por su equilibrio como parte de su ser natural. En este sentido, reconocer que estamos en una relación interdependiente con la Tierra, y que nuestro cuerpo nos vincula a ella. Por lo tanto, todo lo que pasa y nos rodea nos implica.
• Cuidar de nuestros cuerpos es honrar a nuestra naturaleza y nos vincula con el cuidado en toda su extensión. El principio de cuidado de la Tierra emana de una concepción que inicia con el cuidado personal. Conectar con la energía femenina y con el cuidado, abre la puerta a reconocer desde dónde me habito y desde dónde habito la Tierra. Reconocer a mi cuerpo como mi primer territorio, a cuidarme ante todo y, entonces sí, a la Tierra como la extensión de este.
Caminando he imaginado que la conexión con la Tierra y el cuidado de ella es una cuestión de percepción, una comprensión profunda de nuestra interdependencia con la naturaleza.
He creado una necesidad de reconocer que la Tierra es parte de nosotros y nosotros somos parte de ella. Cuidar de la Tierra empieza por cuidar de nosotros mismos, de nuestros cuerpos, y de nuestra conexión con todo lo que nos rodea.
Esta conexión es una fuente de vida, una fuente de consciencia, y una oportunidad para vivir en armonía con nuestro entorno.
